Anne
Brönte
-17-01-
1820,
Thornton, West
Yorkshire,
Reino Unido
Pequeña
biografía :
Escritora
británica, nacida en Thornton en 1820, y muerta en Scarborough en
1849. Hija de Patrick Brontë, clérigo anglicano. A partir de 1841,
ocupó un cargo de institutriz durante cuatro años y, en 1846,
escribió la novela Agnes
Grey.
En 1848, apareció su segunda y última novela La
inquilina de Wildfell Hall.
Escribió algunos poemas en el volumen común que publicó con sus
hermanas Charlotte y Emily, en 1846, titulado Poems
by Currer, Ellis and Acton Bell,
seudónimos masculinizados cuyas iniciales se corresponden con los
distintos nombres de sus autoras y el apellido común.
Fragmento:
" Imposible
describir la frescura y pureza del aire. Ninguna otra cosa se movía,
ningún otro ser a la vista, solo yo. Mis pisadas eran las primeras
que hollaban aquella arena virgen; ninguna señal sobre ellas desde
que la última marea borrara las marcas más profundas del día
anterior, y la dejara lisa y uniforme, salvo en las partes en que el
agua había dejado algunos charcos y pequeños arroyos. Refrescada y
vigorizada por la brisa, feliz, caminaba por la playa, olvidando
todas mis preocupaciones, como si mis pies tuvieran alas y pudiese
caminar cuarenta millas sin fatiga, y experimentando una sensación
de entusiasmo que no recordaba desde los días de mi juventud."
Agnes
Grey
Debes
regresar conmigo al otoño de 1827.
Mi padre, como sabes, era una
especie de hacendado y yo, por expreso deseo suyo y de no muy buena
gana, le había sucedido en su tranquila ocupación. Me sentía
instado a metas más altas y el engreimiento personal me aseguraba
que estaba enterrando mi propio talento en la tierra y ocultando su
luz bajo el celemín. Mi madre había hecho todo lo posible para
convencerme de que yo era capaz de grandes logros, pero mi padre, que
pensaba que la ambición era el camino más seguro a la ruina y el
oprobio, desoía cualquier esquema que pudiera mejorar mi situación
o la de mis semejantes. Argüía que era pecado y me exhortaba, en
medio de su último aliento, a continuar hollando el viejo camino, a
seguir sus pasos y los de su padre antes de él, y que mi mayor
ambición fuera la de caminar con honestidad en el mundo, sin mirar a
derecha o izquierda, además de legar las hectáreas paternas a mis
hijos, de modo que ellos pudieran disfrutar de una condición tan
floreciente como la mía.
Sin duda, un campesino honesto y
trabajador es uno de los miembros más útiles de la sociedad, y si
dedicara mi talento al cultivo de la granja y la mejora de la
agricultura, no sólo me beneficiaría yo mismo y mis allegados,
sino, en cierto grado, la humanidad en su conjunto y no habría
vivido en vano. Trababa de consolarme con reflexiones como estas en
una fría y húmeda noche de fines de octubre. El brillante crepitar
del fuego a través de la ventana del salon habría tenido más
efecto en mi ánimo, reprendiendo mis ingratas cuitas, que todas las
sabias reflexiones enmarcadas en mi mente-porque yo era aún muy
joven, apenas tenía veinticuatro años y mi espíritu no había
adquirido todavía la experiencia necesaria, por insignificante que
pudiera parecer.
Sin embargo, todo ese paraíso de felicidad
sería una quimera hasta que hubiera cambiado mis elegantes botas por
un par de zapatos limpios y mi áspera chamarra por un abrigo
respetable, adecuando y adecentando mi aspecto a la vida en sociedad,
porque mi madre, a pesar de su bondad, era muy obstinada con respecto
a ciertos particulares.
Al subir a mi habitación, me
encontré en la escalera con una chica bonita e inteligente, de unos
diecinueve años, de rostro un tanto orondo, sonrosadas mejillas,
brillantes rizos y alegres ojos marrones. No necesito decirte que era
mi hermana Rose. Conservaba aquella claridad en sus ojos desde el día
que la vi por primera vez. Nada me decía entonces que años más
tarde sería la esposa de un completo desconocido para mí, destinado
a convertirse en un amigo más íntimo incluso que ella misma. Más
íntimo que ese muchacho grosero de diecisiete años que se había
atrevido a arrancarle el collar que lucía, recibiendo por su descaro
un contundente golpe contra la lámpara de la pared, pero no
sufriendo daño alguno, no sólo por su robusta composición sino por
su redundante pelambrera de cortos rizos, castaño rojizos según mi
madre.
Al entrar en el salón encontramos a la dama sentada
en un sillón junto a la chimenea, trabajando en su labor de punto,
según su costumbre cuando no tenía nada más que hacer. Había
barrido el polvo de la chimenea y encendido un ardiente fuego para
agasajarnos. El mayordomo acababa de traer la bandeja del té y Rose
estaba removiendo el azucarero y la lata del té en el borde del
armario de roble negro, que brillaba como ébano pulido, en el
crepúsculo del animado salón."
La
inquilina de Wildfell Hall
·Citas
celebre:
“My
soul is awakened, my spirit is soaring and carried aloft on the wings
of the breeze.”
―Anne
Brontë